martes, 9 de septiembre de 2014

La Oración del Padre Nuestro

La Oración del Padre Nuestro:

En cada generación el cristianismo enfrenta el problema de aprender a hablar de manera significativa a su propia época; este problema no puede ser resuelto sin que se tenga una previa comprensión de los cambios de las situaciones existenciales con que la iglesia tiene que enfrentarse, y que se originan en gran medida en las pretensiones filosóficas que dominan el pensamiento moderno, que opera a través de los sistemas educativos diseñados para que respondan a las ideologías religiosas, económicas y políticas,cuya intensión es socavar los fundamentos de nuestra fe Cristiana, intentando imponer lo que identificamos como la “humanización de lo Divino”.

Todo cristiano cabal y sabio debe proyectarse ante el público, como alguien bien informado, conocedor de todo tema relacionado con su fe, disciplinado e intelectualmente superior por sus conocimientos espirituales, pero, a la vez humilde y respetuoso, no dando ocasión para que se le señale de “torpe”, cerrado, ignorante o loco.

Valga la ocasión para hacer nuestras, las palabras de San Pedro, quien ya desde el primer siglo de nuestra era nos alertaba: “Sino, santificad a Dios en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo lo que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”   1 Pedro 3:15.

Humanizar lo Divino ha sido una pretensión del hombre moderno, y  me resulta conveniente analizarla desde la enseñanza de un hombre que cambió el mundo de una manera muy real; Tomas de Aquino (1225-1274),  fue un teólogo y filósofo Italiano católico perteneciente a la Orden de Predicadores. Tomás organizó el conocimiento de su tiempo y lo puso al servicio de su fe. En su esfuerzo para reconciliar fe con intelecto, creó una síntesis filosófica de las obras y enseñanzas de los más connotados pensadores, como Platón, Aristóteles, el pensamiento musulmán y judío además de otros como Pseudo, Dionisio y Areopagita de quienes asume los aspectos neoplatónicos de sus obras.

Toda esta mezcla de ideas, entrelazadas con su fe cristiana, dio como resultado una mayor autonomía en el hombre que lo alejó aun más de las cosas celestiales que eran lo más realmente importante; así es como para esa época se comienza a plasmar en la pintura y la literatura, la representación de lo que consideraban Divino; surgiendo el gran fenómeno histórico del Renacimiento.  

Reconciliar la fe con la razón, es como mezclar “el agua con el aceite”, diríamos en nuestro lenguaje coloquial, o como separar la Gracia de la naturaleza creada por Dios; la Gracia para referirse a lo alto: Dios creador, los cielos y las cosas celestiales, lo invisible y su influencia sobre la tierra, y el alma del hombre. Y la naturaleza para referirse a lo bajo: La creación, la tierra, lo visible  lo que el hombre hace sobre la tierra.

El Padrenuestro es la oración que nos enseñó Jesucristo, representa un patrón, precisamente para que tuviésemos una guía de cómo orar con sencillez, sin apartarnos de la genuina relación con lo divino, con el Padre creador de todas las cosas, evitando las vanas repeticiones, haciéndolo desde lo profundo del corazón, sin falsedad, sin intereses filosóficos ni apariencias rebuscadas, sin la intensión de destacar a hombre alguno, ni sus virtudes terrenales, ni logros alcances o ideales, no para la transformación del pensamiento cristiano y redireccionarlo hacia la humanización de lo divino o valga decirlo también en la Divinización de lo Humano.

Vosotros, pues, orad así: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal”. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas (Mateo 6: 9-15).

En su omniciencia y omnipresencia, Dios el Padre, conoce ya la nefasta intención humana de suplantar su Nombre en tan valiosa enseñanza para todo el que ha sido constituido en Hijo de Dios. Recordándonos además, que si decimos “Padre” deberíamos comportarnos como “Hijos” de Él y no “hijos” de idealismos que se extinguen por la ley natural de la vida y la muerte, cuyos recuerdos espero no sigan nublando la mente de los cristianos para que olviden el verdadero valor de lo Divino.

De esta manera elevo una oración a Dios, haciendo uso de las palabras de Jesucristo en la cruz, citando a Lucas 23:34  “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. 

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