miércoles, 2 de marzo de 2016

A cuál velocidad avanzamos

A cuàl velocidad avanzamos?

Todos los seres humanos  estamos expuestos a las complicaciones de la cotidianidad de la vida, una sociedad cada vez más agitada y dependiente de un ritmo impuesto por el modernismo, por el cual hay que andar acelerando continuamente para mantenerse dentro de la corriente y sostener el “avance” que se nos demanda.

Con la velocidad a la que este sistema llamado mundo avanza, al hombre se le “desprenden”  los valores que dan sentido eterno a la razón por la que estamos aquí en la tierra; entre baches, saltos, obstáculos, curvas cerradas y abiertas hay que acelerar a fondo para poder “avanzar”, y el  viento recio que pega en proporción al esfuerzo por alcanzar metas terrenales, hace que lo verdadero se vaya quedando atrás, así se dejan en el camino: la fe, la paz, el gozo, la paciencia y el amor; virtudes que nos han sido otorgadas por nuestro Creador.

Dios nos llamó, a todos, para que cumplamos propósitos de vida plena aquí en la tierra, disfrutando del fruto apacible de una relación directa con su presencia, entretanto que avanzamos a su encuentro en la eternidad; pero, al ritmo de su voluntad, así es como vamos a llegar a tiempo, cargados de toda buena dadiva para entregarle cuentas por haber cumplido aquí, con lo que nos encomendó hacer.

Decía el predicador: “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aún de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos. Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos”. Eclesiastés 9:11-12.

El Apóstol Pablo nos enseñó que avanzaba sin temor, sin pausa y sin prisa en pos de lo supremo, a pesar de todo lo tormentoso del camino que le esperaba; así en su discurso en la ciudad de Mileto (cuna de los grandes filósofos griegos) declaró: “ Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera  con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús”, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios Hechos: 20:24.

Detengamos a meditar en esto: ¿estamos avanzando a la velocidad que permite oír la voz del que nos llamó? ¿Estamos  imprimiéndole a nuestras vidas una velocidad impuesta por el acelerador de este mundo, por nuestra propia prudencia, por nuestra propia ambición, por nuestra propia fortaleza, por nuestros propios anhelos, por nuestros propios temores, por nuestra propia ansiedad?

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Hebreos 12:1-2

Dios te bendiga!
Roger Blanco

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